Pocas cosas me gustan más que hablar de los álbumes de música de mis cantantes favoritas.
En mi casa ya no me aguantan hablando de Cowboy Carter, pero en este espacio no he hablado nada del tema. Así que, arranquemos.
En las últimas semanas, dos de mis artistas preferidas sacaron música nueva: Shakira y Beyoncé.
Si uno tiene más de 30 años, el amor por Shakira viene desde una generación atrás. Mi mamá me llevaba a todos lados escuchando Pies Descalzos y, décadas más tarde, aquí seguimos escuchando Pies Descalzos.
Si pienso en los fines de semana de niña, pienso en Shakira. Crecí amando su música y ese fanatismo de la Shakira noventera o de principios de los 2000 le daba el status de “favorita” cada vez que alguien me preguntaba, ¿qué música te gusta?
A Beyoncé la conocí más adelante, cuando era adolescente. Pero no me consideré mega fan hasta la universidad cuando sacó su álbum self-titled y después siguió con Lemonade.
A la fecha, Lemonade me parece el mejor (¡¡el mejor!!) álbum que he escuchado. Y eso es mucho decir.
Lemonade me enseñó lo que significa el storytelling. Así de impacto tuvo en mi vida. Por primera vez, estaba escuchando a alguien mezclar poesía, video y música para contar la historia del proceso de emociones después de una traición.
El resultado fue espectacular y, como todos los fans de Beyoncé, sigo sin entender cómo no se ganó álbum del año en los Grammys en el 2016.
Las dos cantantes, Beyoncé y Shakira, son artistas en sus cuarentas y por eso mismo es que ya tienen la experiencia de la industria para dictar las reglas del juego.
O al menos eso creía yo después de seguir cuidadosamente los pasos de Beyoncé con sus decisiones musicales.
Con Las mujeres ya no lloran de Shakira, solo me pude aferrar a la canción de Cómo dónde y cuándo porque a lo lejos me sonó al rock de hace tantísimos años. El resto me pareció de lo más equis del mundo.
Peor, el resto de canciones no me pareció tan equis como comercial. Y, la verdad, con la trayectoria de Shakira lo último que esperaba era algo tan comercial para contar su historia de dolor en su separación.
Genuinamente creí que nos venía una Antología o Inevitable 2.0 y que nos íbamos a desgarrar las vestiduras todos como lo seguimos haciendo con esas canciones.
Pero no.
Una semana más tarde, Beyoncé sí vino a cambiar las reglas del juego.
No solo sacó un álbum de Country sino que además contó la historia del género entrelazada con los orígenes no tan kosher de la cultura en EEUU.
Como leí en algún lado, Beyoncé hizo una tesis doctoral en un álbum musical sobre lo que significa el country y quién dice qué es country enough. Además, está tan bien pensado que incluso el álbum funciona como una estación de radio vieja. Cada canción es una frecuencia nueva y va de la mano de una introducción, como se hacía antes del mundo del streaming.
Les guste o no el género, vale la pena escucharlo por el puro hecho de que cambió la forma en la que se crea música.
Así como con Lemonade, Beyoncé demostró con Cowboy Carter que lo que hace que un álbum musical sea monumental es cuando se le da el protagonismo al storytelling y no tanto al sonido pegajoso que sonará un par de veces en una discoteca.
Al final, se trata de lograr un hilo conductor entre canciones para que el resultado final sea una obra completa en lugar de singles.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.
P.d. el viernes sale el nuevo álbum de Taylor Swift, voy a estar insoportable.
AMO Cowboy Carter