Nunca se me va a olvidar el primer día de la universidad. Era la única persona de mi país y no conocía a absolutamente nadie en el salón de orientación. O de la universidad, en general. Hasta la fecha no entiendo cómo logré respirar y disimular el pánico que recorría más rápido que la sangre por todo mi cuerpo mientras trataba de entablar conversación con las personas igual de desorientadas que yo.
Al menos todos éramos internacionales y al menos todos teníamos la misma cara de perdidos.
Para el verano siguiente, yo ya no aguantaba por regresar a mi vida en Vermont, en donde estudié, porque tenía amigos, clases que me encantaban y un ambiente que llegué a hacer muy mío.
Obviamente el primer año fue difícil, muy difícil. Como todo lo nuevo, uno sufre en la etapa de adaptación hasta que sabes la historia de cómo funciona todo; hasta que se vuelve familiar.
Lo mismo le pasa a mi bebé, por ejemplo: con cada etapa de desarrollo nuevo nos toca pasar por una etapa dificilísima de adaptación. Un mes come mucho, otro mes no come, una semana gatea, la siguiente solo quiere estar parada. No camina, pero la intención está y sé que en cuanto se suelte seguro habrá llanto, cambios en las siestas y ojos muy abiertos en modo alerta.
Cuento todo esto porque en ambas historias hay un elemento en común: la repetición. No es hasta que repetimos la rutina, las caras, el ambiente, la motricidad que logramos superar esa etapa que nos asusta de adaptación.
Lo mismo sucede con las historias que contamos con marcas comerciales. ¿Te imaginas qué dirían tus lectores si un día les hablas de tú y al otro en tercera persona? ¿O si de repente usas un logo y al mes lo cambias a otro sin explicación o previo aviso?
Así nos perdemos todos y el pánico que sentí en el primer día de la universidad se convierte en tus clientes huyendo de tu marca porque no la entienden. Ser constantes es uno de los elementos que más funciona en copy, diseño y storytelling y creo que no tengo que dar mayor explicación para convencerte del tema. Te pongo unos ejemplos:
1. El logo y el slogan de Nike.
2. La letra de Disney.
3. Los colores de Juguetón.
Estoy segura que todos los viste en tu cabeza porque llevan años repitiendo su historia. Se han asegurado de que no los olvides.
Esto es lo que ayuda a que una marca (¡y una historia!) sea memorable. Si no me crees, recuérdate que solo así se contaban las leyendas y los mitos antes, de boca en boca, repitiéndolas hasta que todo el mundo las supiera de memoria. Así que aquí lo tienes, otro secreto más de storytelling que funciona.
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Nos vemos en tu buzón la próxima semana.