Hace dos semanas no sabía quién era Katie Ledecky y wow. Como lo sugiere el título de hoy, esta nadadora olímpica ha roto todos los récords habidos y por haber de natación y no entiendo por qué no ha sonado tanto como Phelps. Pero ese no es (todo) el tema de hoy.
Ya que estamos en las vísperas de las Olimpiadas (que amo, por cierto), quería tirarme de clavado a la tradición de los juegos pero más aún a analizar la emoción que sentimos por los deportes.
O al menos hablar de la emoción que siento yo, no me consta que todos lo sientan y hablé en plural.
Mi hija regresó del preescolar con una medalla olímpica por correr “rápido, rápido, rápido”. Después de terminarse todo su almuerzo me dijo que era una “campeona olímpica” y al terminar su clase de natación que no era una sirena, sino una “nadadora olímpica”. Obviamente fue el tema de la semana en el cole.
El rollo de las Olimpiadas es tan fuerte que hasta una toddler se emociona con las medallas y la competencia. Lo mejor de mi toddler es que la competencia en su caso fue con ella misma, que me parece un 10/10 en plan de parenting hack.
Pero regresando a lo olímpico, la historia de los deportes es tan interesante porque es la historia de una heroína/héroe en tiempo real. Es decir, sabemos de antemano que los atletas llevan todas sus vidas preparándose para ese momento (literal) y que, al sonar la campana, el silbato o la marca para arrancar la carrera, toda esa preparación está en juego.
¿Habrá sido suficiente?
En lo que dura la carrera o el deporte, vemos cómo llevan el estado físico a extremos. Puede ser que la carrera dure menos de un minuto o que la rutina de gimnasia sea de varios minutos. Sin importar el tiempo de competencia, desafían los limites de sus cuerpos para conseguir una medalla.
Y eso es fascinante.
Si lo consiguen, heroínas/héroes. Si no, igual nos sorprenden.
Para mí, que me digan “ella fue a una Olimpiada” es suficiente para regalarle mi admiración total para siempre. Ni siquiera tiene que ganar. Pero si gana medalla…
Las Olimpiadas son una clásica historia de las que casi no fallan porque está perfectamente ingeniada. El gancho de representar a su país, el desafío o “struggle” del deporte, el final feliz o infeliz.
No hay faltas ahí.
¿Erick Barrondo? No solo se volvió héroe nacional sino que su nombre se volvió parte del lenguaje coloquial de Guatemala.
¿Algo rápido? Erick Barrondo.
¿Caminata? Erick Barrondo.
¿Carrera? Erick Barrondo.
¿Determinación? Erick Barrondo.
Ese es el impacto de las Olimpiadas.
Como aquí hablamos de storytelling, quería subrayar con marcador amarillo esas partes que hacen que toda la emoción que siento al ver a los deportistas es gracias a la historia que nos cuentan los Juegos Olímpicos.
Repito: el gancho de representar a su país, el desafío o “struggle” del deporte, el final feliz o infeliz.
En fin.
Espero que hayan más fans de las Olimpiadas en esta (¡gran!) base de lectores, sin duda no será la última vez que hablemos de deportistas en este espacio y el storytelling que nos cuentan con su gran desempeño.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo jueves a las 7am hora GT.