Eso dice un artículo corto en Medium (claramente pieza de opinión) y no pude evitar soltar una risa burlona y exhausta al terminar de leer.
Porque la primera palabra que se me viene a la cabeza cuando pienso en la mamá moderna es “agotada”. Y sí, sé que en la etapa en la que estoy es agotador el proceso, pero también es muy lindo.
Si tendría que escoger tres palabras para describir la historia de la mamá moderna, divertida no estaría en esa lista.
Serían resiliente, activa y curiosa.
Resiliente porque tiene la capacidad de adaptación frente a un agente o situación perturbadora (jajaja).
Activa porque no tiene la opción de quedarse sentada, en especial si tiene la gran suerte de tener niños que les fascina el movimiento (estoy levantando la mano).
Curiosa porque todo el tiempo está pidiendo consejos, averiguando cómo darles mejores oportunidades a sus hijos y aprendiendo cómo ser semi-enfermera en casa para los un millón de viruses al año.
Además de esos tabs abiertos de forma permanente en la cabeza, el artículo sigue diciendo que “la mamá moderna sabe que la felicidad es una decisión y ella busca de forma activa (y atrae) una vida llena de color”.
Madre mía.
¿Será mamá la que escribió el artículo?
Entiendo eso de vivir con optimismo y ser golden retriever, de verdad. Pero lo que no me queda claro es porqué insistimos en pintar a la maternidad como una historia de cuento de hadas.
Nunca me consideré una persona sedentaria pero me quedó clarísimo que no me movía ni un tercio de lo que me muevo ahora que soy mamá, por ejemplo.
Tampoco sabía que iba a pasar por tantos momentos incómodos y salir ilesa. Repitiendo mi frase favorita de Andrea Gálvez (ya mención honoraria recurrente en este espacio), “sí podemos hacer cosas difíciles”.
Y menos que iba a aprender a usar jeringas, nebulizadores, a hacer conversiones matemáticas mentales de peso/edad/dosis a la 1 de la mañana, entre otros estreses médicos. Hasta he considerado estudiar y formarme para ser enfermera de verdad (¡odio la sangre!).
No me parece justo decir que la mamá moderna tiene más en su plato que la mamá de hace unas décadas. Al final, todo es relativo. Seguro las mamás de los años 50s-80s tenían otras preocupaciones que nosotras ya no tenemos ahora.
En la universidad, yo vivía “estresada”.
Mi cielo.
Pero como de nuevo, todo es relativo, en su momento ese estrés también era válido. Por eso mismo, en mi cabeza hay corto circuito cuando veo a personas tratando de encasillar la experiencia de la maternidad como una u otra cosa específica.
Ser mamá es diferente para todas. Y eso está bien.
Tengo a una amiga que le tiene pánico a la maternidad porque ha escuchado muchas historias de terror de parte de las mamás del grupo. Ese miedo es válido porque le ha dado conocimientos sobre la experiencia que nadie contaba antes.
Lo bueno de ser mamá es que de igual forma lo volveríamos a hacer. O por lo menos yo. Decir que es una montaña rusa no le hace justicia a los altibajos que se viven a diario con los hijos. Tiene pedazos horribles, sí, pero también unos espectaculares.
Creo que la historia de la mamá moderna no está escrita aún porque todos los días la vamos escribiendo conforme desciframos cómo navegar la marea diaria.
Pero, a diferencia de un barco y las mareas, la maternidad no tiene un destino fijo; evoluciona y se transforma en cada etapa de la vida.
Si seguimos con la analogía de navegación, la maternidad es el mar, las mamás son los barcos y los hijos son la luna controlando las mareas.
Súper divertido y con mucho estilo, evidentemente.
Bromas y sarcasmo a un lado, me encanta ser mamá. Solo reconozco que no hay un solo chance de que se trate de un cuento de hadas como a veces lo cuentan.
Eso es todo por hoy, celebren mucho a las mamás de sus vidas este 10 de mayo. Nos vemos el próximo miércoles a las 7am.