No es literal, pero a todos nos pasa que invariablemente regresamos a conversaciones pasadas y pensamos y repensamos en todo lo que hubiéramos podido decir mejor.
Algo así (de torturador) es el proceso de edición para mí.
Como me dedico a escribir para marcas y para personas, la realidad es que paso más tiempo editando que redactando. Aunque cueste creer, esta parte del proceso de la escritura es la más larga y la más complicada.
Si en nuestro día a día regresamos a conversaciones de hace décadas, ¿cómo no trabarse con textos que tienen que cumplir con un objetivo? Para copywriting, todos los textos tienen un fin: ya sea que el usuario le dé clic a un botón, que se suscriba o que compre, es mi trabajo guiarlos a que realicen esa acción. Por eso es tan importante que se transmita el mensaje de la manera correcta.
Esta semana, estaba en esas vueltas de la edición con un proyecto cuando tuve una conversación difícil con un cliente. Soy de las personas a las que les cuesta disimular las emociones en las expresiones faciales, pero justo por estar tan consciente del trabajo de edición que tenía pendiente, le pedí una pausa al argumento.
Le pedí al cliente que por favor me mandara por correo sus comentarios sobre unos textos y esperé un día entero para contestar con más serenidad y edición de por medio. Me gusta contestar correos lo antes posible y es inusual que deje correos sin contestar por un día entero. En este caso, ese fue el santo remedio para que nos entendiéramos mejor.
Lo que aprendí de este ejercicio de edición personal es que a veces la pausa es la solución para las emociones agitadas. Este cliente me estaba pidiendo redactar algo idéntico a una marca en otro país y yo no estaba de acuerdo. Me tomé un día para pensar bien en mi respuesta y el resultado fue una explicación coherente y objetiva sobre todas las razones por las que el plagio no le convenía a su marca (además de ser ilegal, madre mía).
Esta situación me ayudó a darme cuenta que la edición es difícil porque siempre hay emociones de por medio. Pero, por eso mismo es que las pausas sirven para enfriar los motores (de la agresividad, el enojo, la frustración, la euforia) y contestar como nos gustaría en esas noches sin dormir.