Hubo un audio viral en TikTok que decía que no se valía ser “basic” cuando se podía ser “una estrella”; shine briiiiight, baby! Con gran énfasis en el “bright” y acompañado de videos de mujeres vestidas como si fueran las reinas de Paris. Estrellas.
También me salió un video esta semana de Rihanna diciendo que no podemos dejar que nadie “nos vea sudar” y que tenemos que “fingir que todo va viento en popa” hasta cuando no sea cierto.
¿Por qué?
Porque las primeras impresiones influyen (un montón) en la percepción que las personas tendrán de ti por un buen tiempo. O al menos hasta que te conozcan a profundidad y tu primera impresión sea radicalmente distinta a la persona (¡o marca!) que eres en vida real.
Como estaba enganchada con lo que dijo Riri, me quedé pensando en el “consejo” y me di cuenta que, sin querer, yo soy brutal con la primera impresión que me da una marca en redes sociales. Una persona se puede excusar en una entrevista de trabajo si llega con la blusa manchada porque fue a dejar a su hija al colegio y al despedirse sin querer le botó la refacción encima, por ejemplo.
Pero, ¿un grid en Instagram que no sea coherente y una biografía que no diga mucho y una página web que no sirva y un copy genérico en sus publicaciones? Así, de corrido y sin pausas.
Para mí es un no instantáneo. ¡En todo!
Podrá tener un productazo pero esa primera impresión me hace dudar (más de dos veces) en querer contactarlos. Estoy segura que a ti también te ha pasado. Incluso antes de las redes sociales, me pasó una vez que fui a un salón con mi mamá recomendadísimo por muchas de sus amigas. Cuando llegamos, el lugar estaba descuidado, había muy poco personal, estaba vacío y la persona que nos atendió no estaba interesada en recibirnos.
Mala primera impresión. Ni siquiera nos quedamos y jamás regresamos.
Ahora, si le metemos a ese efecto el efecto digital, la importancia de la imagen (en todo sentido de la palabra, no solo visual) pesa mucho en la decisión de compra. Es por eso que no basta con tener un excelente servicio o producto, si la primera impresión que le das a alguien que no te conoce y que puede ser potencial cliente no es la mejor, es muy probable que no llegue a tu bolsillo.
Y ni siquiera se trata de superficialidades, no. Cuando hablo de “imagen” o de la primera impresión, me refiero a un “snapshot” de la historia que quieres contar. Si me meto al Instagram de Rare Beauty, por ejemplo, veo diversión, veo color, veo inclusividad, veo tutoriales, veo “behind the scenes”, veo productos en uso. Yo quiero ser parte de esa comunidad que usa maquillaje “para sentirse bien, sin esconder lo que me hace única”.
Excelente primera impresión. Obviamente ya corrí a comprar lip gloss y blush.
Al final, esa primera impresión (para todo en la vida, he aprendido), es la primera historia que el receptor hace en su cabeza de ti.
Imagínate que te topes a un compañero de clase que no has visto en 15 años en el supermercado, ¿qué historia quisieras que se llevara de ti en ese minuto que te va a tardar saludarlo? Lo mismo aplica a las redes sociales, la página web y el resto de comunicación de tu marca.
Como dice Rihanna, don’t let them see you sweat, girl.
Nos vemos la próxima semana en tu buzón de entrada y recuerda, si te gustó lo que leíste, mándaselo a alguien que quiera entretenerse 2-3 minutos a la semana con una dosis de storytelling.