Como mañana, 13 de junio, es el Día del Escritor(a), en mi lista de “temas” del mes para La Tintorera apunté “hablar sobre la escritura” para hoy. Y, como hago cada vez que tengo una nueva “tarea” de escritura, lo primero que hice fue acudir a Google.
Qué significa ser escritor.
Lo busqué en inglés también, por si cambiaban las respuestas, pero ninguna me pareció como un dardo en el centro.
¿Será que sí se trata de una experiencia íntima? O, peor, ¿que es para gente que no sabe hablar y por eso acude a las palabras de tinta para existir? No, no puede ser que se trate de “aquel que tiene problemas con las palabras y que por lo tanto pasa mucho tiempo viendo cuáles usar, dónde usarlas y cómo emplearlas” (gracias, gobierno de Argentina, por plasmarlo así).
Ser escritor suena fatal según Google.
Pero yo tengo otro entendimiento de lo que significa. Para mí, ser escritor no puede ser exclusivo porque todos escribimos a diario. Si se escribe, se es escritor. Al estilo, to be or not to be.
Pero temas Shakespereanos a un lado, tengo la suerte de que la escritura siempre ha “estado” de forma natural en mi manera de operar. Desde que aprendí a escribir, lo primero que hice fue conseguir un cuaderno que convertí en diario para poner en páginas con brillantina todo lo que se me venía a la cabeza.
Para mí, escribir es como hablar. Así como pienso, escribo. Así como hablo, escribo. Claro que hay situaciones en las que hay que pensar y repensar las oraciones, como a todos nos pasaba en el colegio y en la universidad. Pero en términos generales, reconozco que me parece algo fácil y no es el caso para todo el mundo.
En el colegio, tuve clases en donde los exámenes eran escribir ensayos sobre X tema en 45 minutos. A mano, por supuesto, sin corrector de gramática y ortografía. Nada me daba más satisfacción que recibirlos de vuelta con 90s+. Y no lo digo en plan de alardeo, jamás recibí esas notas en materias como Física o Cálculo.
Así como las palabras me venían fácil a los dedos, los números no tanto.
Conforme han pasado los años y le he dedicado más tiempo de mis días a la escritura (si no es que el 95% de mis horas laborales porque el 5% se lo dedico a temones administrativos), más he llegado a entender que se trata de una práctica como cualquier otra: para que se sienta más fácil, hay que hacerlo más seguido.
Esto no significa que escribir sea fácil, sino que el proceso se va sintiendo así porque ya derribamos barreras (o bloqueos mentales) que antes nos ponían freno de mano. Como con el ejercicio, no se pone mejor pero se pone más fácil la rutina si lo hacemos de forma constante.
Así que, en honor al Día del Escritor(a), comparto la gran conclusión (que no tiene mucho de grandiosa) de lo que significa escribir; es ponerle letras a las palabras que ya estamos pensando en la cabeza.
Si lo pensamos así, tal vez se vuelve más fácil ordenar ideas en la cabeza. Son solo ideas y son solo palabras. Y ahí, en esa tranquilidad y claridad, existe la escritura.
Como me dijeron cuando empecé mi primer trabajo y me sentía totalmente abrumada e intimidada, “son solo personas como tú, no hay nada que hagan ellos que tú no podas hacer o aprender”.
Y así, la vida con todo.
¡Feliz día a todos los que escribimos!
Nos vemos el próximo miércoles a las 7pm hora GT.