Hace un par de semanas dije que estaba leyendo un libro que “sabía” que me iba a “destruir”. Pues dicho y hecho, The Nightingale acabó conmigo pero está tan bien hecho que vale la pena y las lágrimas hablar de la historia.
Empecemos por el contexto del libro: está situado en la Segunda Guerra Mundial. Esto ya de por sí nos abre la mente a un sinfín de horrores que todos conocemos (o no, según veo en redes sociales con las recientes protestas, pero me desvío del tema) pero tiene la particularidad de que atraviesa el tiempo previo, durante y después de la guerra.
Full circle, digamos.
Se trata de una novela histórica muy bien investigada y muy bien escrita. Es más, desde la primera página me encontré apurando a mis ojos a leer una línea más rápido que la otra para llegar al final.
Como buena Millennial, estoy acostumbrada a querer el final feliz de Disney, pero sabía que era imposible con este libro. Con un nudo en la garganta y la angustia volviéndose inquilina en la boca de mi estómago, leí cada capítulo entrelazando dinámicas familiares, políticas y sociales que iban y venían entre los años de guerra y la “modernidad” a mediados de los noventa.
La historia traza las vidas de dos hermanas y cómo van desarrollando un carácter tan ajeno a ellas a lo largo de la guerra. No quiero revelar mucho de la historia porque me pareció una narrativa espectacular, pero lo que sí puedo mencionar es que la narradora se metió hasta los escombros más profundos de la personalidad de cada hermana para hilar la historia.
La narración oscila entre una hermana y la otra y de repente nos regresa de una patada al contexto de los noventas. Sin embargo, nunca sabemos quién es la persona de la vida drásticamente distinta en los noventas hasta las últimas páginas.
¿Ese final? E-se final.
No me acordaba de la última vez que había sentido tanto leyendo un libro y tal vez es porque pude empatizar con la joven de 20 años y con la mamá con niños chiquitos al mismo tiempo.
En una montaña rusa de emociones, The Nightingale es una de esas novelas de las que uno se acuerda para siempre. Y aún así, la autora, Kristin Hannah, logra mantener un “cool” en sus palabras que hace que el mensaje sea hasta más impactante.
Tengo que confesar que nunca he sido tan fan de las novelas históricas, pero en este caso hice una excepción y me gustó haberme atrevido a pasar por esos momentos difíciles que no me dejaron dormir.
No es un libro para leer “por placer”, para nada.
Pero sí es un libro para entender, para internalizar y para enriquecerse de experiencias de las que ya no se hablan con la claridad o con la verdad que merecen.
Le doy un 9/10 solo porque me la pasé angustiada, pero en verdad debería darle un 10/10.
Eso es todo acerca del storytelling de hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.
¡ESE FINAL! Sólo he llorado más con un libro. Y me enojé muchísimo con las personas me dijeron que esta historia era “linda.” Es dura, cruda, tocó cada fibra de mí como hija, hermana, esposa y mamá, pero jamás usaría la palabra “linda” para describirla. Uff, se me llenaron los ojos de lágrimas sólo de recordarlo.
100% dan ganas de llorar solo de pensar en el final otra vez. ¡Gracias por leer!