Hace un par de años me llamaron de una universidad en Guatemala para dar un taller sobre storytelling. Me contactó una alumna por Instagram y me pidió si podía enseñarle a un grupo estudiantil a escribir mejor en su blog.
Como buena fan de la academia, acepté sin preguntar mayor cosa. En la universidad, estuve en un curso intensivo de un mes en donde tuve que aprender a soltar el miedo a hablar en público, así que me imaginé que todo iba a salir okay.
Todo salió okay pero salí completamente deshidratada de esa charla.
Me puse nerviosísima y me di cuenta del esfuerzo que requiere hablarle a caras en blanco de 18-22 años. Es cosa seria.
(Además, ¿así de chiquitos nos veíamos en la universidad?).
A pesar de salir acabada del taller, recibí buenos comentarios. Me encantó la experiencia. Por eso, poco a poco empecé a atreverme a contemplar la idea de impartir talleres sobre lo que hago todos los días: escribir.
Escritura y storytelling, escritura y redes sociales, escritura y blogs, escritura y presentaciones de trabajo.
En fin, la lista no tiene límite. Tres años después de esa presentación en la universidad, he tenido la dicha de seguir dando talleres para diferentes necesidades en diferentes industrias. Resulta (cero descubrimiento), que las personas están cansadas de perder clientes o de no vender más por la manera en la que se expresan con sus textos.
Y aunque esta gran oportunidad me abrió los ojos, también me regresaron todas la dudas que tuve en esa curso intensivo en mi licenciatura.
La realidad es que hablar en público durante estos talleres me ha enseñado mucho más a mí que a los participantes. He logrado aplicar lo que “predico” en la vida real e incluso me uso de ejemplo de cómo poner en práctica las herramientas de escritura y de storytelling.
La semana pasada di otro taller de storytelling para unos consultores y, mientras lo daba, me di cuenta que todos los miedos que tenía sobre hablar en público eran solo una historia más. A la hora de preparar el material y usar ejemplos concretos, entendí que yo tenía el poder de cambiar la narrativa hacia lo que yo decidiera.
Entré a ese taller repasando mi historia de serenidad y confianza y, sin ánimos de sonar como guía espiritual o energética, la historia que conté durante el taller fue justo esa.
Al final, estos talleres me han demostrado que sí es posible moldear la historia que queremos contar para obtener un mejor resultado.
¿El resultado hasta ahorita? Entender que el puente que une los nervios con la confianza está en nuestra capacidad de contar la historia que nosotros queremos.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.