Esta semana estábamos caminando con mi hija de dos años y pasó una motorista al lado. Llevaba un casco rosado y el pelo largo le llegaba a la mitad de la espalda. No había terminado de pasarnos cuando se detuvo mi hija y me dice, “mamá, ¿es una chica en moto?”.
Cuando era chiquita, el tema de las motos fue un…tema. Mis primos y mis tíos todos hacían enduro y motocross y, siendo la única niña (en ese momento, después vinieron más primas), solo quería hacer lo que los demás hacían. Pero a mi mamá le hacía ruido mental que yo quisiera hacer “cosas de hombres”, así que no tenía permiso.
Pero mi tío tenía otros planes.
Aunque no me dejaban hacer enduro ni motocross (y menos mal porque si me conocen sabrán que mis extremidades son alfileres y me habría quebrado en dos mil pedazos), uno de mis tíos se dedicó a enseñarme a montar moto como a los demás. Eso fue suficiente para que la lección de vida calara: tú también podes si quisieras.
En la caminata, ya iba cargando la bici sin pedales y el casco de mi hija cual “árbol de Navidad”, como diría mi mamá, cuando le afirmé que sí, la motorista era una chica. Volteó a ver su bici y me dice, seria, “yo también quiero una moto”.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, me teletransporté a hace 28 años (me morí escribiendo la cantidad de años) a la conversación que tuve con mi mamá cuando le pregunté por mi moto también.
Mi mamá me dijo que solo los hombres montaban moto. Es más, mi respuesta fue, “va, ¿cuando sea hombre puedo montar moto?” y me contestó sonriendo, “sí”.
Yo le dije a mi hija que cuando fuera grande podía conseguir su moto si ella quisiera. Eso sí, primero tenía que aprender a montar bici y después, cuando fuera muucho más grande, podía aprender a montar moto si era lo que quería.
Énfasis en el aprender. En la vida no suceden las cosas solo porque decimos que las queremos, yo quiero una moto; primero hay que hacer el trabajo y luego pedirlo. O al menos eso es lo que estoy tratando de enseñar en mi casa.
Mi mamá siempre me demostró que las mujeres podemos hacer lo que queramos, sentarnos en las mesas de decisiones y soñar en grande. No me lo tuvo que decir. A pesar del temita de las motos, que desde hace 28 años es una de esas historias de chiste que recordamos para siempre en mi casa, nunca sentí que no podía hacer algo por ser mujer.
Y por eso, soy muy dichosa.
Reconozco que no todas tenemos la dicha de crecer en casas de donde salimos a la vida con seguridad. Pero si algo me llevo de mi experiencia y lo que quisiera inculcarle a mi niñita es que, sin importar lo que quiera hacer cuando crezca, mientras esté dispuesta a aprender puede hacerlo todo.
Como ya viene el 8 de marzo, el Día de la Mujer, aprovecho a usar este espacio para recordar que a la mujer se le celebra todos los días y no solo este viernes que viene. Que, por tratarse de una fecha que crea consciencia sobre la lucha por los derechos equitativos de la mujer y el hombre en una sociedad, se trata de un asunto de todos los días.
Así como a los hombres, los roles que juega una mujer no son su identidad, son solo parte de ellas. La motorista que vimos en la caminata fue mujer antes de montar moto, su transporte no la definió. Lo que a mí me sorprendió fue que a mi hija de dos años le haya causado impresión ver a una mujer en una moto. Nada que ver. Menos mal mi respuesta fue suficiente para que ella siguiera andando con su bici con un pedacito más de información sobre cómo funciona el mundo.
Ahora me quedo con la tarea de también demostrarle con acciones cómo forjar su propio camino y contarle historias de todas las mujeres que han venido antes que ella que además han roto mil paradigmas en el proceso.
Como dice un audio “en tendencia” de TikTok:
God, I love being a woman.