Desde que somos niños escuchamos a los adultos diciéndonos que tenemos que confiar en nosotros mismos. Que lo único que hay que hacer para que todo funcione es “ser tú mismo y tener confianza”.
Y, ¿es cierto?
Tuve la suerte de crecer en una familia en donde mi abuela siempre me preguntaba al día siguiente de una “fiesta”, ¿fuiste la más linda? Por más vanidoso que suene, mi abuela nunca aceptaba un “no” por respuesta. Esta costumbre de diálogo iba más allá del humor, me estaba dando confianza en mí misma.
La adolescencia, como todos sabemos, no es una aventura, es una tragicomedia. Por eso, a mis 30 años ahora reconozco que cada esfuerzo por subirme el autoestima valía oro y sin duda ayudó a forjar mi personalidad.
A la fecha, con mi hermana planeamos outfits para diferentes ocasiones y en más de alguna ocasión hemos usado la ropa con mis amigas para mejorar el humor o nuestra actitud. La ropa, por ejemplo, es otra de esas herramientas que, por lo menos a mí y a mis conocidas, siempre ayuda para sentirnos como a million bucks.
Lo que más me gusta de tener al alcance estos recordatorios de confianza es que pueden hacer or deshacer la narrativa que tenemos en nuestra cabeza sobre cómo nos presentamos frente a los demás.
Mi primer trabajo fue en un banco, en la banca privada, con cero conocimiento financiero y mucho menos bancario. Pero me vestí, me sequé el pelo, me maquillé y entré a la oficina como si supiera cómo me llamaba.
La realidad era otra, por supuesto, ni siquiera sabía cómo me llamaba.
Más adelante, en otro trabajo corporativo, escuché a una gerente decir que hay que vestirse para el trabajo que uno quiere, no el que tiene. Aunque, de nuevo cayendo en lo “superficial”, sí tiene poder esa mentalidad porque ayuda a guiar nuestra propia historia hacia un lugar específico en el futuro. En el caso de esa gerente, más arriba en la escalera corporativa.
Dejando a un lado la moda, la confianza también se refleja en la manera en la que hablamos, caminamos, escribimos. Al final, sí tiene algo de razón que la confianza es la respuesta a muchas situaciones en la vida. Aunque no es la solución universal a la vida (ni voy a entrar en esta crisis existencial), sí es un elemento fundamental para lograr objetivos.
Me gusta pensarlo así: si la percepción de nuestra vida es una historia, la confianza es la que decide qué tipo de personaje somos.
¿Alguien más tiene anécdotas de la confianza como mis familiares o la ropa? Me encantará leerlas en los comentarios abajo.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.