Según el Internet, solo en Corea del Sur y en Japón existe una cultura de puntualidad. Porque, a diferencia de estos dos países, en el resto del mundo está bien llegar entre 10 minutos a 1 día tarde a una reunión planificada.
Me muero.
Hace poco me topé con un cliente que, o llegaba 15-20 minutos tarde a las reuniones o solo no llegaba del todo. Aunque, por desgracia, no es primera vez que pasa, siempre es el mismo sentimiento: me cae re mal.
Me lleno de enojo porque llegar tarde sin excusas o simplemente no presentarse a una cita que se planeó con anticipación me parece una falta rotunda de respeto. Pero no solo falta de respeto ajeno, sino a sí mismo también.
Cuando llegamos tarde, de forma inconsciente también le decimos a los demás que no valoramos nuestro tiempo porque le dimos prioridad a algo más. Ya sea la típica de “llegue tarde por los niños” o “me atrasé en otra reunión” o “había mucho tráfico”, la realidad es que estas situaciones pasan y pasan todos los días. Es por eso que ya no me parecen una excusa válida.
En Guatemala, por ejemplo, se acostumbra a llegar por lo menos una media hora tarde a un evento social porque “no quiero ser el primero en llegar”. Y peor aún en eventos en donde hay algún tipo de entretenimiento de por medio; no me acuerdo la última vez que un comediante o un cantante empezó a la hora de su invitación.
En Alemania, según leo, ser puntual significa llegar 10 minutos antes de lo acordado. En Brasil, por otro lado, hay que especificar si se acuerda a tal hora o a la “hora inglesa”. Si te dicen que es a la “hora inglesa” es que es necesario que seas puntual, pero si te dicen solo llegar a tal hora puedes llegar tan tarde como quieras.
En términos generales y de acuerdo al consenso en diferentes culturas, son pocos los países en donde se valora el tiempo de los demás. Y eso a mí me parece fatal.
Con tanto acceso a la comunicación, lo menos que podemos hacer es avisar que llegaremos tarde. Como en Japón, que un minuto de tardanza equivale a perder el tren de vuelta a casa, mejor saber con tiempo que hay que tomar el siguiente tren si se espera algún tipo de atraso en el día.
Es evidente que en cada cultura el tiempo vale algo distinto. Pero cuando saqué un MBA en Guatemala, tuve a una catedrática que desde día uno dejó claro que en su clase no aceptaría la impuntualidad a menos que avisáramos que íbamos a llegar tarde por nuestra culpa.
¿Cómo así?
Sí, si había tráfico y no lograba llegar a tiempo, teníamos que reconocer que no habíamos planeado bien nuestro camino a la universidad y que, culpa de una mala planeación, llegaríamos tarde al curso.
Si teníamos que darles de cenar a los niños y eso nos iba a hacer llegar 30 minutos tarde a la clase, teníamos que avisarle que no habíamos logrado planear bien la hora de cena o quién los viera y que por eso llegaríamos tarde a la clase.
O la clásica, si nos atrasábamos en el trabajo por una reunión que se alargó más de la cuenta (o que empezó tarde), teníamos que decirle que en nuestro trabajo no se respetaban los horarios y que a causa de una mala planeación de tiempos, llegaríamos tarde.
Era un MBA ejecutivo y lo último que ella y todos los alumnos queríamos era salir un minuto más tarde en la noche. Por que a ver, hay una gran diferencia entre salir de clase a las 9:15pm y a las 10pm.
Desde que estuve en esa clase, cada vez que me pasa que un cliente no se conecta a una llamada o ni siquiera se excusa que va a llegar tarde pienso en mi catedrática. Al final, por más irritante que era escribir el correo diciendo que llegaríamos tarde exclusivamente por nuestra culpa, nos enseñó a todos lo que vale el tiempo de los demás y que las excusas externas son solo una historia que nos contamos para ocultar una falta de respeto.
Sea o no nuestra culpa, se me quedó grabada esa lección porque desde niños aprendemos a crear historias para justificar algo que pueda causarle un inconveniente a los demás.
Así como con la puntualidad, a veces toca hacer el ejercicio de contarnos la historia en donde no somos los héroes de nuestra propia narrativa; en donde incluso nuestras acciones son las culpables de las consecuencias en la vida real.
No es fácil, no, porque estamos diseñados para justificarnos y ser los héroes de nuestra historia. Pero vale la pena dar un paso hacia atrás de vez en cuando (mejor si es seguido) para tomar un respiro y darnos cuenta que la historia que nos contamos no siempre es la verdadera.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.