La Sirenita se estrena mañana y es un poco diferente a la versión original en caricatura. Nunca me imaginé que un live action de una historia inventada fuera a causar tanta conmoción, pero así es la vida en el 2023.
Que Ariel no es así, que Flounder no es así, que Sebastián no es así. Para empezar, ninguno es “así” porque no existen, pero el tema va más allá de aspectos físicos. A nivel superficial, la aversión en contra de personajes “diferentes” es por algún tipo de apego hacia el contenido “de nuestra infancia”.
Okay (?).
Pero, si realmente le ponemos atención a esa aversión (tan popular) hacia la nueva versión de la película encontramos un rechazo inmediato hacia lo distinto. Lo que no es familiar no es bienvenido en un primer instante. Casi por instinto (sin el casi), estamos diseñados para buscar lo conocido porque así le damos sentido al mundo que tenemos alrededor. En otras palabras, se vale dudar de lo desconocido.
Sin embargo, no se vale rechazar una historia solo porque es diferente a la nuestra. Algo que me pareció “extremo” en un principio del libro de Bob Iger, CEO de Disney, fue su premisa de “innovar o morir”. Pero conforme seguí leyendo, la idea tuvo más sentido porque decía que “no existe la innovación si operas desde el miedo a lo nuevo o a lo que no se ha probado antes”.
Y ahí estaba la respuesta a todas las críticas que estaba recibiendo la película.
Aunque escribió el libro mucho antes de esta nueva Sirenita, Iger y Disney siempre han tenido clarísimo que su historia no es la misma de los demás; es todo lo contrario.
En lugar de salir corriendo de lo que pueda causar controversia por ir en contra de la corriente o por contar las historias desde una perspectiva distinta a la de la mayoría, Disney crea a partir de la curiosidad y de una necesidad insaciable de “crear posibilidades grandiosas”.
Estés de acuerdo o no con su enfoque, la realidad es que su manera de contar historias es diferente y eso es lo que hace que sea la institución que todos conocemos hoy.
¿Lo mejor de toda esta historia? A pesar de las críticas, de los comentarios, los trolls, su liderazgo sigue la idea de que “si algo no se siente bien para ti, entonces seguro no está bien para ti”.
También se vale. Al final, lo que me llevo de este “evento cultural” que se ha vuelto un caso de storytelling en sí, es que las historias que mueven la aguja o que provocan una discusión pública como la que hemos visto, no son para todos. Y es justo eso, esa segmentación tan definida de audiencia, lo que distingue a Disney como los storytellers profesionales que son.
Las historias no son para todos porque si lo fueran, ya tendríamos solucionados todos los problemas del mundo, ¿no te parece?
Nos vemos la próxima semana en tu buzón de entrada, 7am hora Guatemala.