No existe la mamá perfecta, pero eso ya lo sabemos las mamás. Existe un tipo de movimiento en línea en donde se habla de la realidad de ser mamá y cómo es tan ajena a la realidad que se pinta en redes sociales.
Como dice Andrea Gálvez de Conciencia, “nadie sube fotos de berrinches a Instagram”.
Lo mismo aplica para las vidas autónomas de las personas sin hijos. Nadie sube fotos o videos de los malos ratos, a menos que seas de esa generación jovencísima que cree que subirse a redes llorando está bien.
En términos generales, ser mamá es una aventura con pedazos de historia de horror, grandes bloques de comedia y capítulos dramáticos. Yo, por ejemplo, nunca pensé mucho en la maternidad porque estaba muy ocupada pensando en mí misma. Lo que nadie dice de ser mamá es que te deshaces en el minuto en el que nace tu bebé.
No me refiero a romperse, pero sí a deshacer una gran porción de nosotros para volver a crearnos con un nuevo enfoque. Ser mamá es como cuando ciertas experiencias de vida te cambian la manera de pensar; es como cuando alguien o algo logra cuestionar tus creencias y te hacen cambiar, fuertemente, de opinión; ser mamá es reconocer que la historia de vida nunca, nunca, nunca está escrita.
Podremos creer en el destino, en un plan maestro fuera de nuestro control o en lo que sea, pero la verdad sobre la maternidad es que todos los días te obliga a escribir una nota nueva en el libro de ser madre. Los niños vienen al mundo a ponernos de cabeza todo lo que ya tomábamos por hecho - y esto no es en mal plan, es como es.
La idea romántica de la mamá perfecta es un mito que está a medias. Se habla de esta mujer “ideal” que se queda en la casa cuidando y criando a los hijos sola, o al menos por ahí va la narrativa. Pero resulta que, incluso cuando la mamá se puede quedar en la casa cuidando y criando a sus hijos, no es un trabajo de una persona. Ser mamá me ha enseñado que se trata de un trabajo en equipo y eso rompe la noción con la que crecí, la que dice que yo puedo hacer lo que quiera yo sola.
El gran problema de esa historia de la mamá perfecta es que no tiene un capítulo en el libro de la mujer moderna. En lugar de hablar sobre maneras en las que se puede trabajar, criar niños, tener hobbies y vida social al mismo tiempo, me he topado con comentarios de ejecutivos con los que trabajo que dicen “yo sé que es mucho y tiene mil cosas que hacer, pero usted es mamá, las mamás logran hacerlo todo”.
Un artículo por Alison Beard del Harvard Business Review incluso menciona que el último libro de Shani Orgad, profesora de London School of Economics, habla sobre cómo las mujeres que dejan sus carreras para ser mamás se sienten como fracasadas porque “no pudieron encontrar la manera de hacerlo todo ellas mismas - sintieron que fue su culpa”.
Así de devastador como suena, así me suena la historia de la mamá que tiene todo bajo control. Me hace corto circuito porque reconozco que hay días buenos, buenísimos, malos y malísimos, pero nunca ha habido (ni habrá) uno perfecto. Creer que es un fracaso no “tenerlo todo” es consecuencia de una narrativa cultural que drena y que no solo no existe sino que no es factible.
Como esta semana La Tintorera cayó en el 10 de mayo y en este espacio hablamos de storytelling, aproveché a hacer una reflexión sobre lo que significa (y lo que no) ser mamá. Aunque solo estoy empezando este wild ride, lo que cada día me queda más claro es que es una historia en donde hay varios autores escribiendo y un sinfín de páginas en blanco para llevar la historia hacia donde queramos. Ser mamá no es una identidad, así como tampoco lo es nuestro título de trabajo o nuestro deporte preferido.
Ser mamá es parte de mi identidad ahora, sin duda, pero no define quién soy. Así como no definimos a ni un hombre (¡ni uno!) como “gerente y papá” o “director y papá” o “papá trabajador”, tampoco lo deberíamos hacer con las working moms.
La identidad es un conjunto de rasgos propios que nos definen frente a los demás y frente a nosotros mismos, no nuestros roles en esta vida. Ser mamá es un rol, ser emprendedora es un rol, ser gerente corporativo es un rol; no es una sola identidad.
Lo bueno de esta reflexión es que me llevó de vuelta a las historias y en particular al hecho (¿opinión?) que toda buena historia está llena de emociones. Sé que entre tantos abrazos, lágrimas, sustos, ataques de risa y mucho pero mucho amor existen miles de capítulos nuevos para que algún día podamos ver hacia atrás y decir “nada mal” en el rol de mamá. Y lo mismo aplica a los trabajos, a los hobbies, a los deportes y a los demás roles que vamos asumiendo en la vida.
Aunque no seas mamá (o papá), espero que encuentres ese algo que te rete a ser un poco mejor todos los días. A encontrar lo que te desafía, lo que te hace dar varios pasos hacia atrás cuando quieres correr a toda velocidad hacia el paso que tienes enfrente y a entender que los retos son los que nos ayudan a mantener los pies firmes sobre la tierra. Para mí, eso significa ser mamá: tener los pies firmes sobre la tierra.
Por eso, a todas esas personas escribiendo capítulos nuevos en su historia de vida con diferentes autores codeándose por la página en blanco, ¡Feliz Día de la Madre!
Nos vemos el próximo miércoles a las 7am GT en tu buzón de entrada.