No pensaba arrancar esta Tintorera hablando de terremotos pero aquí estamos. Crecimos escuchando historias del terremoto del 76 y estudiamos sus repercusiones en clase (o por lo menos yo) y siempre lo vi como una historia lejana que nos cuentan pero que no nos pasa a nosotros. Los *múltiples* terremotos de ayer fueron un recordatorio que las historias sirven para darnos un plan de acción a la hora de tener situaciones similares. Eso sí, siempre y cuando estemos dispuestos a escucharlas en un principio.
En uno de los talleres de storytelling de junio, una participante me dijo que ella no tenía una gran historia para contar pero que era totalmente real y no sabía qué hacer al respecto.
Y pues, ahí tenía su respuesta.
Su ejemplo sirvió para el resto del taller porque me gusta insistir en que no se necesita una mega producción para conseguir un mensaje (video, foto, campaña) con impacto. Lo mismo pasa con el ejemplo del terremoto.
No es lo mismo leer en un libro de texto editado y publicado con todas las revisiones del mismo que hubo un terremoto en el 76 que derrumbó casas a que mi abuelo me contara qué pasó en la fábrica donde trabajaba. O que pasó en la casa de mi mamá y cómo se hundió un piso completo. O que mi abuela no reaccionó tan rápido pero mi tío sí.
Ese tipo de detalles *reales* son los que más credibilidad le dan a una historia porque son los que más humana la hacen.
Los narradores de las historias también juegan un rol clave para que el storytelling funcione. Pueden agregarle expresiones, exageraciones y bromas para hacer que las emociones de la historia se sientan más.
Después de los temblores de ayer llamé a mi abuela a preguntarle cómo estaba porque vive en un nivel alto de un edificio. Me dijo que “pues, bien, pero igual me dilataron las pupilas esta mañana en el oculista así que mejor me relajé porque no iba a bajar las gradas a los 87 años y menos con pupilas dilatadas”.
Y aunque sí me preocupé, la realidad es que su historia me dio tanta risa que no pude ofrecerle ningún tipo de consuelo o ayuda adicional más que, “por favor me avisa cualquier cosa”.
En fin, las historias reales no tienen que ser gigantes para entretenernos, dejarnos un mensaje o darnos algo en qué pensar.
Así como vale más aprender de terremotos por las historias personales que por los libros de texto, vale más sonar auténtica con las marcas y contar historias reales en lugar de forzarse a hacer una gran producción hablando de calidad y de características de productos o servicios.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT (y, esperemos, sin nuevos sismos).
<3