La semana pasada hablé con un señor que estaba convencido de que la inteligencia artificial iba a reemplazar todo tipo de trabajos relacionados con textos. Aunque sí ayudan muchísimo las herramientas que nos facilitan la escritura, lo que no creo que pueda reemplazar es lo que hace que las historias tengan ese elemento “extra” que hace que una narrativa suene humana.
Por ejemplo, estoy segura que si ChatGPT me hiciera rolling eyes cuando le pido que me ayude a hacer un menú semanal tal vez le agregaría más signos de exclamación al final del mensaje. ¡Mil gracias!!! (Te amo).
Lo cierto es que después de darle vueltas al tema me encontré regresando a los gestos, al sarcasmo, a los diferentes tonos de voz e incluso a las miradas.
Tengo un bebé de meses que ya me hace ojitos en plan pícaro cuando quiere jugar y a una toddler-adolescente que sí me hace rolling eyes cuando le pido un favor. Todo eso juega un rol en el storytelling.
Desde los libros hasta las marcas, lo que hace que cada autor (o negocio) se sienta auténtico son justo esos elementos que nos hacen sentirnos humanos. Léase, los comentarios con doble sentido, las bromas, los “empujones” o las cejas levantadas.
Esta semana vi este reel de una marca de joyería (de la que siempre hablo y al parecer nunca voy a dejar de hacerlo) en donde se ve que alguien corta un pedazo de mantequilla en pedazo de corazón con jalea y la unta en un pan con las iniciales de la marca.
En ningún momento se ve una joya en el video pero sí se siente el cuchillo sobre el pan tostado, la jalea de fresa o frambuesa y la mesa de desayuno que podría ser la mía.
Así como con los gestos y el sarcasmo en la vida real, contar una historia va más allá de un texto cuando se trata de una publicación. Y, ¿qué mejor aliado que los sentidos para hacerlo? A falta de ese feeling que solo existe de persona en persona, a la hora de contar una historia la mejor apuesta es apuntarle a los sentidos.
¿Qué tiene que ver un pan con mantequilla con las joyas? A simple vista, nada. Pero se sintió tan normal ese video como ponerse los aretes a diario; como si las joyas fueran parte de la rutina necesaria para funcionar de todos los días.
Además, a esta fundadora le encanta asociar sus joyas con palabras como “delicia” y sin duda alguna logra hacer esa relación de “delicia” con el pan y con las joyas.
¿Las joyas son deliciosas? Pues las de ella, sí.
Esa es la “sal y la pimienta” del storytelling. Para que funcione y funcione de verdad, no hacen falta palabras rebuscadas y oraciones eternas. No. Lo que se necesitan son esos elementos que hacen que la historia se viva con emociones y demás; con sensaciones, sarcasmo, ingenio. Ahí está la diferencia entre el storytelling artificial y el real.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.