En enero empezamos un book club con amigas y el libro de este mes me hizo pensar en lo importante que son las cosas triviales o superficiales para vivir una vida más satisfactoria.
Aunque suena contradictorio porque por definición lo “trivial” significa carecer de importancia y novedad, resulta que lo que nos parece insignificante sí tiene un peso en el día a día.
Por ejemplo, a mí ningún estudio me tiene que convencer de que pintarme las uñas, secarme el pelo y arreglarme me hace sentir mejor. Eso lo tengo clarísimo.
Pero sí es cierto que a veces el efecto positivo de “pequeñas tareas” pasa desapercibido. En el libro del mes, The Wedding People, la protagonista y narradora deja por un lado esas “pequeñas acciones” que la hacen sentirse bien, como ponerse un vestido que le encanta, salir a happy hour, irse a algún lado por el fin de semana; y eso le pasa la factura.
Dejar a un lado este tipo de actividades que aparentan no tener tanta importancia van acumulando un pesar que le quita el sentido a los días.
Cuando saqué mi licenciatura en psicología aprendí sobre la depresión. También aprendí que vivir en un lugar en donde el invierno es durísimo conlleva poner en práctica medidas “triviales” para sobrevivir la escasa luz del sol. Así que la combinación de ambas cosas, las clases y la práctica, me hicieron darle más importancia aún a las pequeñas acciones que podían cambiar mi día, como: salir al aire libre aunque sea un ratito, mover el cuerpo, estar hidratada, hablar con gente, hacer la cama, comer saludable.
Aprendí que incluso romper la rutina y “salir a tomar un café” a media mañana tiene efectos relevantes en el bienestar.
Con el mercadeo del self-care, me da gusto ver que le estamos quitando la parte “insignificante” a lo trivial y que le estamos regresando el poder a los actos diarios que pueden mejorar los días. Sin embargo, hay una pieza clave que no se menciona en el mundo del self-care y es que, como todo tipo de cuidado, requiere esfuerzo.
Creo que se pueden confundir los conceptos de self-care con lo trivial porque asumimos que tiene que ser fácil. Pero cuidarse, amar y mejorar nunca ha sido fácil; requiere dedicación y esfuerzo.
Ir al salón a pintarse las uñas requiere el esfuerzo de buscar el espacio en la agenda para tomarse el tiempo de hacerlo. Salir a caminar requiere el esfuerzo de planear en dónde hacerlo, cuánto tiempo estar afuera y reestructurar el día. Hacer la cama requiere el esfuerzo de acomodar las almohadas, airear las sábanas, doblarlas y ordenar el cuarto.
Estas acciones, por más pequeñas que sean, obligan a la mente y al cuerpo a moverse para cumplir un objetivo. Y eso es lo menos trivial del mundo.
En el libro, fue justo eso lo que hace toda la diferencia en la historia de la protagonista; darse cuenta que la ilusión por lo trivial juega un gran rol en nuestras ganas de levantarnos con emoción cada día.
Eso es todo por hoy, nos vemos el próximo miércoles a las 7am hora GT.